domingo, 15 de julio de 2012

La virtualidad como alternativa estratégica


VIRTUALIDAD ESTRATEGICA


Como se ha mencionado anteriormente, el aspecto estructural de la organización virtual puede ampliarse con una perspectiva estratégica. En este sentido, de acuerdo a Venkatraman (1995) , una empresa atraviesa tres fases de virtualidad, pretendiendo alcanzar la eficiencia en tres áreas principales -mercado, recursos y proceso- mediante la implementación de medidas de organización virtual (véase figura 1.4).






Respecto al vector mercado, tal y como explica Sieber (1997), basándose en Venkatraman (1995) , los sistemas de información y comunicación posibilitan el desarrollo de una oferta en colaboración con otras organizaciones que permiten satisfacer las necesidades de los clientes de forma óptima (e.g., personalización de los productos, asociaciones de ventas, EDI -intercambio electrónico de datos- con clientes). Así, empezando con el acceso al canal, los representantes de los distintos estadios de la cadena de valor se comunican con los clientes, lo que resulta en interacciones con ellos que hacen posible el desarrollo proactivo del producto (interacción de servicio). Con base en un mayor conocimiento de mercado, el proveedor involucra al cliente en sus procesos de creación de valor y, mediante la formación de asociaciones, intenta resolver los problemas de sus clientes (creación de soluciones). De este modo, los productos ya no se crean dentro de la organización para, posteriormente, entregarse a los clientes, sino que se producen con la cooperación del cliente. El objetivo es promover la participación activa del cliente en los procesos de creación de valor, característica importante de las organizaciones virtuales (Hedberg y Olve, 1997; Sieber, 1997; Venkatraman y Henderson, 1998).

Historia del Internet

Informática y creación artística

Algunos apuntes sobre informática

El concepto de virtualidad es un concepto que encierra dos sentidos diferentes. Según el diccionario el primer sentido de virtualidad es: que tiene la fuerza para realizar un acto aunque no lo produzca. El segundo sentido es: aparente y no real. Conviene tener en mente que se trata de dos diferentes sentidos de la misma palabra: no es la misma virtualidad la de un algoritmo que puede virtualmente producir una pieza, que la de los sensores ópticos y táctiles que producen la sensación de un mundo virtual.


La virtualidad de los procesos computacionales tiene tres consecuencias de diferente naturaleza.
Por una parte, la virtualidad entendida como fuerza para realizar algo, supone un desarrollo temporal posterior, que está contenido como proyecto en un algoritmo. Esa característica disponibilidad del tiempo futuro permite la aparición de procesos extremadamente complejos, con la intervención posible de factores de azar. Ninguna realización material previa tiene consecuencias obligadas en el material o en los modos de formar. El tiempo así concebido abre nuevas posibilidades de transformaciones continuas. Los músicos han sacado mucho partido de ello; esta manera de crear había encontrado anteriormente su plasmación en algunas partituras (seriales, gráficas...).




Niños + Tecnología + Internet = Web 2.0

El futuro de la virtualidad política

VIRTUALIDAD POLÍTICA


Si hay una enseñanza importante en el artículo de Echeverría es que el ambiente virtual de Internet ofrece una especie de resurrección del ambiente urbano de la ciudad-estado antigua, ahora a escala mundial. Si combinamos esta enseñanza con la idea esbozada hoy sobre las limitaciones y carácter intrínsecamente indeseable de lo normativo y la razonable preferencia de las soluciones técnicas sobre las soluciones éticas o jurídicas, podemos llegar a la conclusión de que la Internet, y la Telépolis en formación, ofrecen una oportunidad única de volver al régimen de gobierno directo, no representativo, esbozado por la democracia ateniense varios siglos antes de Cristo.
La noción de gobierno directo como ideal inalcanzable ha estado latente en todos los defensores de la democracia representativa. La representación se aceptó, por así decirlo, como mal menor, dadas las dificultades de reunir a toda la población para discutir los asuntos públicos. Creo que los tratadistas coinciden en que la selección de un cuerpo colegiado que "representa" a los ciudadanos no deja de tener riesgos muy serios. El principal y más notado es que el representante sustituya al representado, en el sentido de que defienda más sus intereses que los de sus representados y no los consulte nunca o lo haga muy pocas veces. No obstante, en la vida práctica, por lo menos en las democracias representativas de Occidente en el siglo XX, el mayor de los riesgos parece ser otro muy distinto: es el peligro muy real de que los intereses de los ciudadanos sean sustituidos por las consignas de partido, es decir, por los dictados de una estructura partidaria que ni siquiera ha sido refrendada ella misma por el voto popular. Este peligro reduce a total ridículo el argumento favorito de los defensores de la representación: que un grupo de personas inteligentes y educadas, seleccionadas y aprobadas por el pueblo, puede velar por los intereses de los miembros del cuerpo social mejor que ellos mismos.